Hoy nos parece muy normal que mujeres entren a la Universidad, sigan carreras como Medicina y ejerzan su profesión en igualdad con sus colegas hombres. Pero en los años en que la joven Eloísa se propuso estudiar, las cosas eran muy diferentes.
Cuando en 1877, el Ministro de Educación de la época, Miguel Luis Amunátegui dicta el trascendental decreto que visionariamente permite a las mujeres acceder a la educación universitaria, abre un camino que muchas avanzadas jóvenes de esa época estaban dispuestas a seguir aún en contra de lo que se consideraba como “socialmente aceptable”.
Era el año 1881 y cuando Eloísa Díaz tenía 15 años, debió superar la primera barrera en su camino a la Universidad: aprobar el Bachillerato, una especie de prueba de aptitud de la época. Era tan inusitada la presencia de una postulante mujer, que su examen oral (como se estilaba) pasó a ser un acontecimiento nacional.
El diario “El Ferrocarril” comentó al día siguiente que “por primera vez en Chile, figuraba entre los aspirantes al Bachillerato en Humanidades, una estudiante de sexo femenino y tanto la novedad del hecho como la curiosidad despertada…habían atraído a una numerosa concurrencia a la sala de exámenes”.
Su examen público en las materia sorteadas -Historia de Chile y América- fue especialmente riguroso y exhaustivo. No podía aparecer como favorecida por su condición de mujer. Eloísa contestó con propiedad todas las difíciles preguntas y manifestó un perfecto conocimiento de la situación nacional y continental.
Ese mismo año fue admitida como alumna de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile.
Con su ingreso a estos estudios ocurría un hecho trascendental. La Universidad de Chile abría sus puertas a la primera mujer que recibiría grados y títulos universitarios en Chile y Latinoamérica.
Recibió su título de Licenciada en Medicina y Farmacia el año 1887.
En el acta correspondiente, el Rector de la Universidad , Jorge Hunneus, dejó constancia de “las felicitaciones del Consejo a la señorita Díaz Insunza por haber sido la primera persona de su sexo que ha obtenido este grado en la Universidad de Chile y por la constancia y aprovechamiento con que ha seguido los estudios de tan difícil carrera.”.
Una vez titulada , la doctora Díaz se incorporó como ayudante a la Clínica Ginecológica del Dr. Moerike en la Universidad de Chile y abrió un consultorio particular para ancianas.
En 1889, fue designada médico y profesora de Higiene de la Escuela Normal, médico del Hospital San Borja y 1898, inspectora médico escolar para atender la salud de los alumnos de las escuelas de enseñanza pública. Su principal preocupación estuvo en los problemas sociales relacionados con la medicina. En su cargo de inspectora de salud de la enseñanza pública, consiguió que instalaran en los recintos de las escuelas, de todo Chile, servicios dentales gratuitos y colonias de vacaciones. Pero su obra social culminante fue, sin duda, la puesta en marcha del Servicio Médico Escolar que protege, desde 1910 la salud de todos los estudiantes del país.
Era, según los testimonios de quienes la conocieron, una mujer modesta y a quien no le interesó el ejercicio de la profesión en forma liberal, lo que le hubiera acarreado prestigio y dinero. Veía su profesión casi como un apostolado de servicio.
Si bien recibió muchos homenajes y vivió rodeada de reconocimientos y gratitud, cuando jubiló en 1925, se retiró del servicio público sin mayores bienes que una pequeña pensión.
Resulta increíble y hasta duro reconocer que la primera universitaria de Chile y América vivió todo el tiempo escasa de fondos.
La doctora Díaz falleció en Santiago, el 1º de noviembre de 1950, a los 84 años de edad.
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