1 de febrero de 2011

Arquetipo junguiano 1º Parte


"Solo se volverá clara tu visión
cuando puedas mirar
en tu propio corazón.
Porque quien mira hacia fuera sueña
Y quien mira hacia dentro despierta"
Carl Jung



Alguién por ahí me hablo de los ARQUETIPOS y tuve que confesar mi ignorancia al respecto, había oído hablar de ellos, sin embargo no tenia mayor conocimiento de su origen y su significado. Así es que empece a buscar información, me parecio tan interesante que quise compartirla con ustedes. En la busqueda encontre además la relación que establecio Jung con los ARCANOS del TAROT y el concepto de SINCRONICIDAD. Hoy quiero compartir la información sobre los ARQUETIPOS y luego ire contandoles más de su relación con el TAROT.
Para entender plenamente el concepto de “arquetipo” planteado por Jung, es necesario conocer algo de su teoria.
La teoría de Jung divide la psique en tres partes. La primera es el Yo, el cual se identifica con la mente consciente. Relacionado cercanamente se encuentra el inconsciente personal, que incluye cualquier cosa que no esté presente en la consciencia, pero que no está exenta de estarlo. El inconsciente personal sería como lo que las personas entienden por inconsciente.
Después de describir el inconsciente personal, Jung añade una parte al psiquismo que hará que su teoría destaque de las demás: el inconsciente colectivo. Podríamos llamarle sencillamente nuestra “herencia psíquica”. Es el reservorio de nuestra experiencia como especie; un tipo de conocimiento con el que todos nacemos y compartimos. Aún así, nunca somos plenamente conscientes de ello. A partir de él, se establece una influencia sobre todas nuestras experiencias y comportamientos, especialmente los emocionales; pero solo le conocemos indirectamente, viendo estas influencias.
Los contenidos del inconsciente colectivo son los llamados arquetipos. Jung también les llamó dominantes, imagos, imágenes primordiales o mitológicas y otros nombres, pero el término arquetipo es el más conocido. Sería una tendencia innata (no aprendida) a experimentar las cosas de una determinada manera.
El arquetipo carece de forma en sí mismo, pero actúa como un “principio organizador” sobre las cosas que vemos o hacemos. Funciona de la misma manera que los instintos en la teoría freudiana. Al principio, el bebé solo quiere algo de comer, sin saber lo que quiere. Es decir, presenta un anhelo indefinido que, no obstante, puede ser satisfecho por algunas cosas y no por otras. Más tarde, con la experiencia, el bebé empieza a anhelar cosas más concretas cuando tiene hambre (un biberón, una galleta, una langosta a la brasa, un pedazo de pizza estilo Nueva York).
El arquetipo es como un agujero negro en el espacio. Solo sabemos que está ahí por cómo atrae materia y luz hacia sí mismo.
De la amplia gama de arquetipos existentes, como pueden ser el Nacimiento, la Muerte, el Héroe, el Niño, Dios, el Viejo sabio, cinco son los que han alcanzado un desarrollo superior al de cualquier otro:

Persona


Es la máscara que se antepone en nuestro desenvolvimiento social cotidiano, pudiendo estar más o menos desarrollada, y por tanto, ocultar en mayor o menor medida nuestra personalidad real. Es masculina en los hombres y femenina en las mujeres.








Ánima y Ánimus
Estos arquetipos constituyen el reconocimiento junguiano de la bisexualidad humana.
El Ánima es el aspecto femenino presente en lo inconsciente colectivo de los hombres. Regido por su principio Eros se le suele denominar también el arquetipo de la vida.
El Ánimus es el aspecto masculino presente en lo inconsciente colectivo de las mujeres. Regido por su principio Logos se le suele denominar también el arquetipo del significado.
Contrapesando ambos al arquetipo Persona, se desarrollaron a raíz del conjunto de las experiencias establecidas entre hombres y mujeres a lo largo de todo nuestro pasado evolutivo.




Sombra
Representa nuestros impulsos más primitivos, los instintos animales
provenientes de los antecesores prehumanos del hombre. Cuando dichos impulsos emprenden el camino hacia la consciencia, el Yo, de modo muy similar a la serie de mecanismos de defensa del Yo freudiano, permite o bien su expresión o si nó es pertinente, su represión posterior, con lo que a su vez estaríamos contribuyendo a generar contenido al inconsciente personal. Vemos por tanto cómo se establece una interrelación entre inconsciente colectivo, arquetipo, yo consciente y finalmente inconsciente personal.











El Yo
El yo es el arquetipo organizador de la personalidad. Es el arquetipo de la unificación que procura atraer y armonizar a los demás arquetipos, confiriendo a la personalidad un sentido de unidad. Cuando una persona dice que se encuentra en armonía con sí misma, en caso de que esta sensación sea verdadera, el arquetipo del yo está efectuando exitosamente su tarea.
Para Jung esta tarea no se logra desde la ignorancia sino desde el conocimiento de sí. La persona que no se conoce termina proyectando los elementos reprimidos de su inconciente sobre los demás.
Es interesante no confundir el yo con el ego. El arquetipo del yo es un principio unificador, una especie de guía interior. El ego, en cambio, se ve tironeado entre las demandas sociales y los impulsos del inconciente, entre el ánima o el ánimus y el personaje.


Sí-mismo
El arquetipo del Sí-mismo (en alemán Selbst; en inglés Self) constituye el arquetipo por excelencia, el arquetipo nuclear o central del inconsciente

colectivo, el más importante de todos. Es denominado también el arquetipo de la jerarquía y representa la totalidad del ser humano y el fin último en el proceso de individuación.
Se representa simbólicamente por el círculo, cuaternidad, niño, mándala, etc, y del mismo modo que el Yo se constituye como centro de la consciencia, el Sí-mismo lo es del ámbito que encierra la totalidad de «consciencia» e «inconsciente». Representa los esfuerzos del ser humano por alcanzar la unidad, la totalidad, la integración de la personalidad, pugnando tanto por la unidad del individuo con respecto al mundo exterior como por la unidad de sus sistemas psíquicos. Previamente a dicho proceso de integración debe establecerse una diferenciación suficiente entre los sistemas, aspecto este último que no se logra hasta la mediana edad.

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